13 de enero de 2018, León, escribo las líneas que nunca quisiera tener que haber escrito pero que, para ser sincero, llevaba barruntando ya algún tiempo. Aún no te has ido y ya te echo de menos, sé que es cierto, que el club queda y las personas pasan, que un día se fue Carolo y otro Txiki, que hasta Raúl dejó Madrid por una ciudad minera, que Ballesteros se fue tres veces y siempre volvió o que, más recientemente, tus tres compinches del ascenso dejaron León, en algún caso por la puerta de atrás; pero no lo asimilo.
No asimilo que nos hayamos echado a perder así, que te vayas con tan pocos minutos en la categoría que te corresponde y que mi camiseta con el 7 quede obsoleta sin apenas despegarse el escudo de la LFP; en suma, que nos abandonemos a mitad de camino.
Todo lo que aquí pueda decirte son palabras vacías, cosas que ya sabes, como que has sido un ejemplo, que hemos sido muy felices juntos y que si alguien merece un cacho de Guzmán por lo conseguido y por como lo conseguiste, has sido tú. Por tu profesionalidad, por tu entrega, por tu lucha, por tu trabajo sordo, por no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy y, también, y esto es un guiño que me permito, por tu sonrisa burlona.
Al menos, Julen, te dio tiempo a cerrar el círculo, a matar los monstruos de Sevilla, a enganchar esa volea que nos hizo llorar a todos de corazón, a derribar tu muro y a hacer crecer el nuestro, el de la ilusión. Vendrán otros “amores” lo sé, lo sabes, pero tú siempre serás especial y, aunque me gustaría que esto no fuera un adiós definitivo, por si lo fuere, quiero que sepas que aunque tú no estés la camiseta que CORONA estas líneas, irá a Pamplona o a Pucela y sufrirá, obviamente, y llorará, por supuesto, y gozará, sin lugar a dudas, y que tú, querido Julen, ascenderás en Murcia y conseguirás lo que mereces que no es otra cosa que ser feliz… Aunque, y bien que me duele, no sea conmigo.
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